Vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz como expresión del barroco hispanoamericano (página 2)
En dos partes dividida
tengo el alma en
confusión:
una, esclava a la
pasión,
y otra, a la razón
medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas
contrarias
pero vencerá ninguna.
Cuando fuera, Amor, te
vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del
alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu
porfía,
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.
Invicta razón alienta
armas contra tu vil
saña,
y el pecho es corta
campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano
intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al
verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.
COGIÓME SIN
PREVENCIÓN
Cogióme sin
prevención
Amor, astuto y tirano:
con capa de cortesano
se me entró en el
corazón.
Descuidada la razón
y sin armas los sentidos,
dieron puerta inadvertidos;
y él, por lograr sus
enojos,
mientras suspendió los
ojos
me salteó los
oídos.
Disfrazado entró y
mañoso;
mas ya que dentro se vio
del Paladión,
salió
de aquel disfraz
engañoso;
y, con ánimo furioso,
tomando las armas luego,
se descubrió astuto
Griego
que, iras brotando y furores,
matando los defensores,
puso a toda el Alma fuego.
Y buscando sus violencias
en ella al príamo
fuerte,
dio al Entendimiento muerte,
que era Rey de las potencias;
y sin hacer diferencias
de real o plebeya grey,
haciendo general ley
murieron a sus puñales
los discursos racionales
porque eran hijos del Rey.
A Casandra su fiereza
buscó, y con modos
tiranos,
ató a la Razón las
manos,
que era del Alma princesa.
En prisiones su bellezad
e soldados atrevidos,
lamenta los no creídos
desastres que adivinó,
pues por más voces que
dio
no la oyeron los sentidos.
Todo el palacio abrasado
se ve, todo destruido;
Deifobo allí mal
herido,
aquí Paris maltratado.
Prende también su
cuidado
la modestia en Polixena;
y en medio de tanta pena,
tanta muerte y
confusión,
a la ilícita
afición
sólo reserva en Elena.
Ya la Ciudad, que vecina
fue al Cielo, con tanto arder,
sólo guarda de su ser
vestigios, en su ruina.
Todo el amor lo extermina;
y con ardiente furor,
sólo se oye, entre el
rumor
con que su crueldad apoya:
"Aquí yace un Alma
Troya
¡Victoria por el Amor!"
ESTE AMOROSO TORMENTO
Este amoroso tormento
que en mi corazón se
ve,
se que lo siento y no se
la causa porque lo siento
Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
se que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.
" Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que
aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto
desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve
ocasión
me malogra todo el gusto.
Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amo
tal vez a mostrar
desdén.
VERDE EMBELESO
Verde embeleso de la vida
humana,
loca esperanza, frenesí
dorado,
sueño de los despiertos
intrincado,
como de sueños, de tesoros
vana;
alma del mundo, senectud
lozana,
decrépito verdor
imaginado;
el hoy de los dichosos
esperado,
y de los desdichados el
mañana:
sigan tu sombra en busca de tu
díalos que,
con verdes vidrios por
anteojos,
todo lo ven pintado a su
deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna
mía,
tengo en entrambas manos ambos
ojos
y solamente lo que toco veo.
La Sentencia del JustoFirma
Pilatos
la que juzga ajenaSentencia, y es la
suya.
¡Oh caso
fuerte!¿Quién creerá que firmando ajena
muerte
el mismo juez en ella se
condena?
La ambición de sí tanto le
enajena
Que con el vil temor ciego no
advierte
Que carga sobre sí la infausta
suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta
pena.
Jueces del mundo, detened la
mano,
Aún no firméis, mirad si
son violencias
Las que os pueden mover de odio
inhumano;
Examinad primero las
conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y
soberano
Que en la ajena firméis vuestras
sentencias
A una Rosa
Rosa divina, que en gentil
cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la
belleza,
Enseñanza nevada a la
hermosura.
Amago de la humana
arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió
naturaleza
La cuna alegre y triste
sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa,
presumidasoberbia,
el riesgo de morir
desdeñas,
y luego desmayada y encogida.
De tu caduco ser das mustias
señas!
Con que con docta muerte y necia
vida,
Viviendo engañas y muriendo
enseñas.
Sentimientos de Ausente
Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas
quejas,
Pues del viento las
fío,
Que breve las conduzca a tus
orejas,
Si no se desvanece el triste
acento
Como mis esperanzas en el
viento.
Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los
oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis
gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz
ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo
muda.
Si del campo te agradas,
Goza de sus frescuras
venturosas
Sin que aquestas cansadas
Lágrimas te detengan
enfadosas;
Que en él verás, si atento
te entretienes
Ejemplo de mis males y mis
bienes.
Si al arroyo parlero
Ves, galán de las flores en el
prado,
Que amante y lisonjero
A cuantas mira intima su
cuidado,
En su corriente mi dolor te
avisa
Que a costa de mi llanto tiene
risa.
Si ves que triste llora
Su esperanza marchita, en ramo
verde,
Tórtola gemidora,
En él y en ella mi dolor te
acuerde,
Que imitan con verdor y con
lamento,
Él mi esperanza y ella mi
tormento.
Si la flor delicada,
Si la peña, que altiva no
consiente
Del tiempo ser hollada,
Ambas me imitan, aunque
variamente,
Ya con fragilidad, ya con
dureza,
Mi dicha aquélla y ésta mi
firmeza.
Si ves el ciervo herido
Que baja por el monte,
acelerado
Buscando dolorido
Alivio del mal en un arroyo
helado,
Y sediento al cristal se
precipita,
No en el alivio en el dolor me
imita,
Si la liebre encogida
Huye medrosa de los galgos
fieros,
Y por salvar la vida
No deja estampa de los pies
ligeros,
Tal mi esperanza en dudas y
recelos
Se ve acosa de villanos celos.
Si ves el cielo claro,
Tal es la sencillez del alma
mía;
Y si, de luz avaro,
De tinieblas emboza el claro
día,
es con su oscuridad y su
inclemencia,
imagen de mi vida en esta
ausencia.
Así que, Fabio amado
Saber puede mis males sin
costarte
La noticia cuidado,
Pues puedes de los campos
informarte;
Y pues yo a todo mi dolor
ajusto,
Saber mi pena sin dejar tu
gusto.
Mas ¿cuándo ¡ay
gloria mía!
Mereceré gozar tu luz
serena?
¿Cuándo llegará el
día
que pongas dulce fin a tanta
pena?
¿cuándo veré tus
ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el
llanto?
¿Cuándo tu voz
sonora
herirá mis oídos
delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos
anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en
risa?
¿Cuándo tu luz
hermosa
revestirá de gloria mis
sentidos?
¿y cuándo yo
dichosa,
mis suspiros daré por bien
perdidos,
teniendo en poco el precio de mi
llanto?
Que tanto ha de penar quien goza
tanto.
¿Cuándo de tu apacible
rostro
alegre veré el semblante
afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma
inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo
definido
Lo que no cabe en todo lo
sentido.
Ven, pues, mi prenda amada,
Que ya fallece mi cansada vida
De esta ausencia pesada;
Ven, pues, que mientras tarda tu
venida,
Aunque me cueste su verdor
enojos,
Regaré mi esperanza con mis
ojos.
Excusándose de un
Silencio…
Pedirte, señora, quiero
De mi silencio perdón,
Si lo que ha sido
atención,
Le hace parecer grosero.
Y no me podrás culpar
Si hasta aquí mi
proceder,
Por ocuparse en querer
Se ha olvidado de explicar.
Que en mi amorosa
pasión
No fue descuido ni mengua
Quitar el uso a la lengua
Por dárselo al
corazón.
Ni de explicarme dejaba,
Que como la pasión
mía
Acá en el alma te
hablaba
Y en esta idea notable
Dichosamente vivía;
Porque en mi mano tenía
El fingirte favorable.
Con traza tan peregrina
Vivió mi esperanza vana
Pues te puedo hacer humana
Concibiéndote divina.
¡Oh, cuan loco llegué a
verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!
¡Oh, cuán loco llegué
a verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!¡
Oh, cómo en tu Sol
hermoso
mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo
lúcido,
olvidó lo peligroso!
Perdona, si atrevimiento
Fue atreverme a tu ardor puro;
Que no hay Sagrado seguro
De culpas de pensamiento.
De esta manera engañaba
La loca esperanza mía,
Y dentro de mí
tenía
Todo el bien que deseaba.
Mas ya tu precepto grave
Rompe mi silencio mudo;
Que él solamente ser
pudo
De mi respeto la llave.
Y aunque el amar tu belleza
Es delito sin disculpa,
Castíguense la culpa
Primero que la tibieza.
No quieras, pues, rigurosa,
Que estando ya declarada,
Sea de veras desdichada
Quien fue de burlas dichosa.
Si culpas mi desacato,
Culpa también tu
licencia;
Que si es mala mi obediencia,
No fue justo tu mandato.
Y si es culpable mi intento,
Será mi afecto preciso;
Porque es amarte un delito
De que nunca me arrepiento.
Esto en mis afectos
halló,
Y más, que explicar no
sé;
Mas tú, de lo que
callé,
Inferirás lo que callo.
Teme que su Afecto
Parezca…
Señora, si la belleza
Que en vos llego a contemplar
Es bastante a conquistar
La más inculta dureza,
¿Por qué hacéis que
el sacrificio
Que debo a vuestra luz pura
Debiéndose a la
hermosura
Se atribuya al beneficio?
Cuando es bien que glorias
cante,
De ser vos, quien me ha
rendido,
¿Queréis que lo
agradecido
Se equivoque con lo amante?
Vuestro favor me condena
A otra especie de desdicha,
Pues me quitáis con la
dicha
El mérito de la pena.
Si no es que dais a entender
Que favor tan singular,
Aunque se puede lograr,
No se puede merecer.
Con razón, pues la
hermosura
Aun llegada a poseerse,
Si llega a merecerse,
Dejara de ser ventura.
Que estar un digno cuidado
Con razón
correspondido,
Es premio de lo servido,
Y no dicha de lo amado.
Que dicha se ha de llamar
Sólo la que, a mi
entender,
Ni se puede merecer,
Ni se pretende alcanzar.
Ya que este favor excede
Tanto a todos, al lograrse,
Que no sólo no pagarse,
Mas ni agradecer se puede.
Pues desde el dichoso
día
Que vuestra belleza vi,
Tal del todo me rendí,
Que no me quedó acción
mía.
Con lo cual, señora,
muestro,
y a decir mi amor se atreve,
Que nadie pagaros debe,
Que vos honréis lo que es
vuestro.
Bien se que es atrevimiento
Pero el amor es testigo
Que no se lo que me digo
Por saber lo que me siento.
Y en fin, perdonad por Dios,
Señora, que os hable
así,
Que si yo estuviera en
mí
No estuvierais en mí
vos.
Sólo quiero suplicaros
Que de mí recibáis
hoy,
No sólo el alma que os
doy,
Mas la que quisiera daros.
Amor Importuno
Dos dudas en que escoger
Tengo, y no se a cual
prefiera,
Pues vos sentís que no
quiera
Y yo sintiera querer.
Con que si a cualquiera lado
Quiero inclinarme, es forzoso
Quedando el uno gustoso
Que otro quede disgustado.
Si daros gusto me ordena
La obligación, es
injusto
Que por daros a vos gusto
Haya yo de tener pena.
Y no juzgo que habrá
quien
Apruebe sentencia tal,
Como que me trate mal
Por trataros a vos bien.
Mas por otra parte siento
Que es también mucho
rigor
Que lo que os debo en amor
Pague en aborrecimiento.
Y aun irracional parece
Este rigor, pues se infiere,
Si aborrezco a quien me quiere
¿qué haré con quien
aborrezco?
No se como despacharos,
Pues hallo al determinarme
Que amaros es disgustarme
Y no amaros disgustaros;
Pero dar un medio justo
En estas dudas pretendo,
Pues no queriendo, os ofendo,
Y queriéndoos me
disgusto.
Y sea esta la sentencia,
Porque no os podáis
quejar,
Que entre aborrecer y amar
Se parta la diferencia,
De modo que entre el rigor
Y el llegar a querer bien,
Ni vos encontréis
desdén
Ni yo pueda encontrar amor.
Esto el discurso aconseja,
Pues con esta conveniencia
Ni yo quedo con violencia
Ni vos os partís con
queja.
Y que estaremos infiero
Gustosos con lo que ofrezco;
Vos de ver que no aborrezco,
Yo de saber que no quiero.
Sólo este medio es
bastante
A ajustarnos, si os contenta,
Que vos me logréis
atenta
Sin que yo pase a lo amante,
Y así quedo en mi
entender
Esta vez bien con los dos;
Con agradecer, con vos;
Conmigo, con no querer.
Que aunque a nadie llega a
darse
En este gusto cumplido,
Ver que es igual el partido
Servirá de resignarse.
Oración Traducida del
Latín
Ante tus ojos benditos
Las culpas manifestamos,
Y las heridas mostramos,
Que hicieron nuestros delitos.
Si el mal, que hemos cometido,
Viene a ser considerado,
Menor es lo tolerado,
Mayor es lo merecido.
La conciencia nos condena,
No hallando en ella disculpa,
Que respecto de la culpa,
Es muy liviana la pena.
Del pecado el duro azar
Sentimos, que padecemos
Y nunca enmendar queremos
La costumbre de pecar.
Cuando en tus azotes suda
Sangre la naturaleza,
Se rinde nuestra flaqueza,
Y la maldad no se muda.
Cuando el pecado mancilla
La mente con fiera herida,
Padece el alma afligida,
Y la cerviz no se humilla.
La vida suelta la rienda
En su acostumbrado error,
Suspira por el dolor,
Y en el obrar no se enmienda.
Puestos entre dos extremos,
En cualquiera peligramos;
Si esperas, no la enmendamos;
Si te vengas, nos perdemos.
De la aflicción el
quebranto
Nos obliga a la
contricción
Y en pasando la
aflicción,
Se olvida también el
llanto.
Cuando tu castigo empieza
Promete el temor humano;
Y en suspendiendo la mano,
No se cumple la promesa.
Cuando nos hieres, clamamos
Que el perdón nos des, que
puedes,
Y así que nos lo
concedes.
Otra vez te provocamos.
Tienes a la humana gente
Convicta en su
confesión,
Que si no le das
perdón,
la acabarás justamente.
Concede al humilde ruego
Sin mérito a quien
criaste,
Tú que de nada formas
A quien te rogará
luego.
Nacimiento de Cristo
De la más fragante rosa
Nació la abeja más
bella,
A quien el limpio rocío
Dio purísima materia.
Nace, pues, y apenas nace,
Cuando en la misma moneda,
Lo que en perlas
recibió
Empieza a pagar en perlas.
Que llora el alba, no es mucho
Que es costumbre en su
belleza;
Mas ¿quién hay que no se
admire
De que el sol lágrimas
vierta?
Si es por secundar la rosa,
Es ociosa diligencia,
Pues no es menester
rocío
Después de nacer la
abeja.
Y más cuando en la
clausura
De su virginal pureza
Ni antecedente haber pudo,
Ni puede haber quien suceda,
¿Pues a que fin es el
llanto,
que dulcemente riega?
Quien no puede dar más
fruto
¿qué importa que
estéril sea?
Mas ay, que la abeja tiene
Tan íntima dependencia
Siempre con la rosa,
que Depende su vida de ella;
Pues dándole néctar
puro,
Que sus fragancias engendran,
No sólo antes le
concibe
Pero después le
alimenta.
Hijo y madre, en tan divinas
Peregrinas competencias,
Ninguno queda deudor,
Y ambos obligados quedan.
La abeja paga el rocío
De que la rosa la engendra,
Y ella vuelve a retornarle con
Lo mismo que la engendra.
Ayudando el uno al otro
Con mutua correspondencia,
La abeja a la flor fecunda,
Y ella a la abeja sustenta.
Pues si por eso es el llanto,
Llore Jesús, norabuena,
Que lo que expende en
rocío
Cobrará después en
néctar.
Ante la Ausencia
Divino dueño
mío,
si al tiempo de partirmetiene
mi amante pechoalientos de
quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al
aire.
Apenas tus favoresquisieron
coronarme,
dichoso más que todos,felices como
nadie,
cuando los gustos fueron
pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces
falten,
¡Ay, dura ley de
ausencia!
¿quién podrá
derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo
cadáver?
¿Será de tus
favoressólo el corazón cárcel
por ser aun el silenciosi quiero que los
guarde,
custodio indigno, sigilo
frágil?
Y puesto que me ausento,
por el último valete
prometo
rendidomi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca
olvidarte.
Expresa los Efectos del Amor
Divino
Traigo conmigo un cuidadoy tan
esquivo
que creoque aunque se sentirlo
tanto,
aun yo misma no lo siento.
Es amor, pero es amorque
faltándole lo ciego,
los ojos que tiene sonpara darle
más tormento.
El término no es a quo,
que causa el pesar, que veo,
que siendo el término el
bien
todo el dolor es el medio.
Si es lícito y aun
debido
este cariño que tengo
¿por qué me han de dar
castigo
porque pago lo que debo?
¡Oh cuánta fineza, oh
cuántos cariños he visto tiernos!
que amor que se tiene en
Dios
es calidad sin opuestos.
De lo lícito no puede hacer
contrarios conceptos
con que es amor que al olvidono puede
vivir expuesto.
Yo me acuerdo ¡oh nunca
fuera!
que he querido en otro tiempo
lo que pasó de locura
y lo que excedió de
extremo.
Más como era amor
bastardo
y de contrarios compuesto,
fue fácil desvanecerse
de achaque de su ser mesmo.
Mas ahora ¡ay de mi!
está tan en su natural
centro,
que la virtud y razón
son quien aviva su incendio.
Quien tal oyere dirá
que si es así ¿por
qué peno?
Más mi corazón
ansioso
dirá que por eso mesmo.
¡Oh humana flaqueza
nuestra,
adonde el más puro
afecto
aun no sabe desnudarse
del natural sentimiento!
Tan precisa es la apetencia
que a ser amados tenemos,
que aun sabiendo que no sirve
nunca dejarla sabemos.
Que corresponda a mi amor
nada añade, mas no
puedo
por más que lo solicito
dejar yo de apetecerlo.
Si es delito, ya lo digo;
si es culpa, ya lo confieso,
mas no puedo arrepentirme
por más que hacerlo
pretendo.
Bien ha visto quien penetra
lo interior de mis secretos
que yo misma estoy formando
los dolores que padezco.
Bien sabe que soy yo misma
verdugo de mis deseos,
pues muertos entre mis ansias,
tienen sepulcro en mi pecho.
Muero ¿quién lo
creerá?
a manosde la cosa que más
quiero,
y el motivo de matarme
es el amor que le tengo.
Así alimentando triste
la vida con el veneno,
la misma muerte que vivo,
es la vida con que muero.
Pero, valor, corazón,
porque en tan dulce tormento,
en medio de cualquier suerte
no dejar de amar protesto.
II
Mientras la gracia me excita
por elevarse a la esfera,
más me abate a lo
profundo
el peso de mis miserias.
La virtud y la costumbre
en el corazón pelean
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.
Y aunque es la virtud tan
fuerte,
temo que tal vez la venzan.
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy
tierna.
Obscurécense el
discurso
entre confusas tinieblas
pues ¿quién podrá
darme luz
si está la razón a
ciegas?
De mí misma soy verdugo
y soy cárcel de mí
mesma.
¿quién vio que pena y
penante
una propia cosa sean?
Hago disgusto a lo mismo
que más agradar
quisiera;
y del disgusto que doy,
en mí resulta la pena.
Amo a Dios y siento en Dios,
y hace mi voluntad mesma
de lo que es alivio, cruz;
del mismo puerto, tormenta.
Padezca, pues Dios lo manda,
mas de tal manera
seaque si son penas las
culpas,
que no sean culpas las penas.
Día de
Comunión
Amante dulce del alma,
bien soberano a que aspiro,
tú que sabes las
ofensas
castigar a beneficios;
divino imán en que
adoro
hoy que tan propicio os miro
que me animás a la
osadía
de poder llamaros mío;
hoy, que en unión
amorosa,
pareció a vuestro
cariño,
que si no estabais en
mí
era poco estar
conmigo;
hoy, que para examinar
el afecto con que os sirvo,
al corazón en persona
habéis entrado vos
mismo,
pregunto ¿es amor o
celos
tan cuidadoso escrutinio?
que quien lo registra todo
da de sospechar indicios.
Mas ¡ay, bárbara
ignorante,
y que de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al lince divino!
Para ver los corazones
no es menester asistirlos;
que para vos son patentes
las entrañas del
abismo.
Con una intuición
presente
tenéis en vuestro
registro,
el infinito pasado,
hasta el presente finito;
luego no necesitabais,
para ver el pecho mío,
si lo estáis mirando
sabio,
entrar a mirarlo fino;
luego es amor, no celos,
lo que en vos miro.
Letras Para Cantar
Hirió blandamente el
aire
Con su dulce voz Narcisa,
Y él le repitió los
ecos
Por boca de las heridas.
De los celestiales Ejes
El rápido curso fija,
Y en los Elementos cesa
la discordia nunca unida.
Al dulce imán de su voz
Quisieran, por asistirla,
Firmamento ser el
Móvil,
El Sol ser estrella fija.
Tan bella, sobre canora,
Que el amor dudoso admira,
Si se deben sus arpones
A sus ecos, o a su vista.
Porque tan confusamente
Hiere, que no se averigua,
si está en la voz la
hermosura,
O en los ojos la
armonía.
Homicidas sus facciones
El mortal cambio ejercitan;
Voces, que alteran los ojos
Rayos que el labio fulmina.
Quién podrá vivir
seguro,
si su hermosura Divina
Con los ojos y las voces
Duplicadas armas vibra.
El Mar la admira Sirena,
Y con sus marinas Ninfas
Le da en lenguas de las Aguas
Alabanzas cristalinas:
Pero Fabio que es el blanco
Adonde las flecha tira,
Así le dijo, culpando
De superfluas sus heridas:
No dupliques las armas,
Bella homicida,
que está ociosa la
muerte
Donde no hay vida.
AGRADECIMIENTOS.
Agradecemos a todos los que de una forma u otra han
colaborado en la elaboración de este trabajo y
principalmente a:
RECOMENDACIONES.
Que los estudiantes en próximas
investigaciones continúen profundizando sobre la vida y
obra de Sor Juana Inés de la Cruz.
Autor:
Yoanki Fernández
Arias.
Idalmis Espino
Rodríguez.
Ana Isa Chávez
Suárez.
Maryoris Alfonso Yanez
Profesora: Mari Victoria Gregorio
Castellanos.
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